domingo, 18 de mayo de 2008

Nostalgia de una crónica social


Bárbara Jacobs
Nostalgia de una crónica social
En la Galería Artur Ramon de Barcelona, una tarde de abril de este 2008 un grupo particular de personas se reunió a celebrar la inauguración de una muestra de pintura.
Ahora o aquí no se acostumbra que corra el vino en una presentación artística, pero ni los tiempos han impedido que sigan corriendo las presencias humanas. Los asistentes a esta exposición ocuparon la totalidad de las salas y además, y no sólo frente al número 23, cubrieron las aceras y la calle de la Palla.
Como no soy crítica de arte, y sí una diarista con el derecho a escribir la crónica de las almas con las que me cruzo, me limitaré a registrar con quienes me topé en aquel vernisage. No sé si toda coincidencia sea extraordinaria, pero ésta me pareció registrable. Hay encuentros que sólo se dan una vez en la vida, y un escritor que los deja pasar no merece ser llamado escritor.
Bienvenidos por el afable y refinado anfitrión Jordi Umbert, se congregaron y circularon Enrique Vila-Matas con su Vida de volcán, Alfonso Alegre con su Juan Ramón Jiménez, 1956; crónica de un Premio Nobel, Ignacio Martínez de Pisón con Las palabras justas, José Antonio Millán con su Manual de urbanidad y buenas maneras en la Red, Juan Villoro con Es lo que es, Alex Vidal con El hilo de Ariadna: Un recorrido por la biblioteca de Babel, Francisco Goldman, Manuel Llanes; la profesora de italiano Paula de Parma; Selma Ancira, traductora del ruso y del griego moderno al castellano, especialista en Tolstói, Tsvietaieva y Seferis; Victoria Pradilla con su revista Rosa Cúbica y Valeria y Aurelio Major con la suya, Granta castellana; la agente literaria Isabel Monteagudo y, cada uno armado con su casa editorial, Ana Zendrera con Sirpus, Jaume Vallcorba con El Acantilado, el poeta Nicanor Vélez con Galaxia Gutenberg, y Lali Gubern y Jorge Herralde con Anagrama; la arqueóloga y profesora de griego Leri Skandami; Manel Pons, economista; Pilar Aymerich, con Resistents: La cultura com a defensa, retratos fotográficos; Annalisa Corti y Raimon, que preparan su concierto conmemorativo en Madrid Mayo: 1968 / Mayo: 2008; los pintores Narotzky, Javier Serra de Rivera y Gonzalo Goytisolo; examinaron la obra colgada en las paredes los profesores, investigadores y críticos de pintura Joan Bofill y Victoria Combalía; transitaron por igual los diseñadores gráficos Josep Feliú Escudé, Alejandro Vidal, Rosa Obiols, Ximena Pérez Grobet y Enric Satué, el asimismo historiador, profesor y autor; los Muntané y Aurora García, arquitectos; la historiadora de la ciencia Matiana González Silva, que se desplaza en bicicleta, habló con el oculista José Antonio Berniell, la antropóloga y enfermera especializada en coronarias Encarna Martín de la Sierra, con, algo insólito, cinco farmacéuticos: Pilar Giner, Marga y Juan Sebastián López, Rosa y José María Villafranca, y con la médica María Cárdenas, que vía Internet trabaja para la Sociedad Internacional de Enfermedades Infecciosas y que, como Maite y Pedro Vidal, ingeniero, y con el fin de presenciar la ocasión, se había transportado desde Madrid en el tren de alta velocidad Ave con Laurence Jacobs, físico nuclear que para la predicción del comportamiento en el tiempo de sistemas complejos ha desarrollado técnicas aplicables al riesgo de muerte súbita, al pago de deudas y al de quiebra de empresas.
También presentes: las tahúres ochentonas y usuarias del metro, T. R. A., Carmen Divisón, Magdalena Aragonés y María Teresa Monge; Herminia Segués y su hija Mini, detective; Diego Celorio, diplomático; Juan Ramón Villar, topógrafo; María Ángeles R. Fernández y Mercedes Molleda, educadoras; Dolors la esmaltista; Aída Salvadores; Pepita Argimón; Laura Turmo; Mayte y Enrique Enfedaque, técnico, sus hijos Laura y Pablo; Ana Cama, fabricante de lámparas; quienes, entre otros, para las 22 horas se habían dispersado, cuando los coleccionistas y galeristas Mónica y Artur Ramon padre e hijo apagaron la luz y cerraron la puerta.



Bárbara Jacobs en Los escritores y sus lecturas
La sonrisa en los ojos de Bárbara Jacobs

Joel Phillips


Bárbara Jacobs participará en el ciclo Los escritores y sus lecturas del Centro de Lectura Condesa, el miércoles 23 a las 17 horas, donde compartirá con los asistentes su experiencia como lectora en una conversación que lleva como título “Lectura desatada”.


Bárbara Jacobs (Ciudad de México, 1947) es una narradora y ensayista de origen libanés que estudió psicología en la UNAM. Es colaboradora desde hace años en distintos suplementos culturales y especialmente en La Jornada Semanal y Babelia de El País (España).


Obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia 1987. Entre su obra destacan los cuentos Un justo acuerdo, Doce cuentos en contra; los ensayos Escrito en el tiempo y Juego limpio y las novelas Las hojas muertas y Vida con mi amigo.En entrevista para la Coordinación Nacional de Literatura con motivo de su participación en el ciclo Los escritores y sus lecturas, Bárbara habla con una voz suave y delicada, a veces interrumpe la conversación su propia sonrisa, la cual contagia alegría como la de una niña. Su mirada contemplativa y su personalidad inevitablemente evocan, en quien la observa, la sensibilidad que plasmó Remedios Varo en sus cuadros surrealistas.


Un justo acuerdo Jacobs vivió una infancia enfermiza, por lo que leer fue una de sus actividades principales en casa, donde aunque había libros, prefirió una revista para mujeres de los años cincuenta, gracias a la cual pudo conocer escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Dashiell Hammet, y Ross McDonald, entre otros. Observadora minuciosa de la vida, Bárbara es sumamente analítica de las personas que la rodean, incluso de los periodistas, que de manera reciente la han entrevistado, a quienes refiere como los nuevos críticos literarios y puede dedicarles todo un artículo con sus observaciones. Quizá esta capacidad se debe, en parte, a la carrera de psicología que estudió en la UNAM, donde como buena optimista empedernida, se tituló con una tesis sobre la risa. Para Jacobs, leer no es fácil y a veces se pregunta si en verdad se comprende plenamente lo que el escritor quiere decir en cada texto. En este sentido, también recuerda que Fernando Benítez fue como su padre literario, ya que la introdujo en la lectura con gracia, de manera lúdica y didáctica.


En 1979, seis años después de su matrimonio con el escritor guatemalteco más importante de todos los tiempos y creador del cuento más breve del mundo, Bárbara Jacobs publica Un justo acuerdo. Se trata de su primer libro y es precisamente de cuentos. Tanto en esta obra como en la posterior Doce cuentos en contra (1982), la autora marca plenamente su personalidad y su tono, que oscila entre el azoro y la melancolía, con estructuras que la crítica de aquel entonces señaló como híbridas por mezclar varios géneros.


Florencia y Ruiseñor


Sin prisa y con la lucidez que caracteriza sus reflexiones, seis años después de su primer libro de cuento, en 1985 publicó Escrito en el tiempo, al que seguirían Juego limpio (1997), Dos libros, (2000) y Atormentados (2002). En su escritura se encuentra la novedad, la sorpresa del mundo que enmarca cada narración y, a la vez, el rigor y la dedicación de su obra, porque escribe como si fuera la última vez que los hiciera, con esa intensidad, sin importar que sea para un libro o para un diario. Bárbara Jacobs siente la escritura ¡de tal manera! que no descansa hasta poner punto final a cada texto, por ello no es de extrañar la originalidad y maestría con que resuelve su primera novela, Las hojas muertas (1987), con la cual recibió el Premio Xavier Villaurrutia.Apasionada de la literatura, su vida transcurre entre la lectura y la escritura, vive momento a momento y día a día, igual que palabra a palabra y párrafo a párrafo, y así, al cabo de los años y los libros que hace y rehace como a los personajes de su novela más reciente Florencia y Ruiseñor, hay un constante recuerdo de la relación primera que se da entre el maestro y la alumna.De igual manera, vuelve a la niñez, a sus seres queridos, como su nana, que aparece en dicha novela, cuyo tema central es la relación que se da entre Tornero y Nadia, personajes recluidos en un manicomio y que se relacionan a través de la escritura de una novela “a cuatro manos”, la cual los lleva a descubrir su necesidad de afecto y conocimiento, que inevitablemente nos hace recordar el prólogo de Antología del cuento triste que hiciera en colaboración con Augusto Monterroso, donde afirman: "La vida es triste. Si es verdad que en un buen cuento se encuentra toda la vida, y si la vida es triste, un buen cuento será siempre un cuento triste".

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